jueves, 15 de junio de 2017

E L R E T O D E S E R C I U D A D A N O

Ing. Cándido Fco. Xúchitl Pérez

Aunque por costumbre los habitantes de un lugar suelen llamarse Ciudadanos, hoy sabemos que esa categoría se gana o se adquiere con el comportamiento adecuado, respetuoso y sobre todo participativo. En el lugar donde vivimos existen un sin fin de necesidades que nos retan cada día a comprometernos con nosotros y nuestras Familias.

Aprender a vivir en comunidad o sociedad de seres humanos no es nada fácil. Se requiere conciencia y valores adquiridos desde la niñez. Cuando deseamos vivir en armonía y Paz entre nosotros, vamos construyendo ciudadanía. Quienes tenemos el privilegio de asistir a un centro educativo, tenemos la obligación de ser educados.

En la medida que vamos evolucionando desarrollamos capacidades. Conocemos las Leyes y los reglamentos que nos ayudan a crecer. En otras palabras vamos ganándonos el calificativo de Ciudadanos. Vivimos etapas diversas y aprendemos a resolver situaciones que nos involucran porque nos atañen, es decir nos afectan para bien o para mal.

Poner sobre la mesa éste tipo de análisis cotidianos parece ocioso. Sin embargo ante las regresiones evidentes que nos están complicando la vida en sociedad, debemos autocriticarnos con severidad y sin evadir la realidad.
Ante los ojos del Mundo somos un ESTADO FALLIDO. Si recordamos que se conoce como ESTADO  la conformación de los tres elementos fundamentales: Población, Gobierno y Territorio. Todos estamos fallando, inclusive el territorio que hemos intoxicado al máximo sobre todo nuestra casa, TEHUACÁN.

Como sociedad estamos padeciendo la descomposición más terrible de que se tenga memoria. Hemos perdido la conciencia para diferenciar entre el bien y el mal. Entre lo legal e ilegal. Entre lo sano y lo tóxico. Las comunidades alejadas del bullicio y de la falsa sociedad donde hasta hace poco había un poco de decencia, ahora viven practicando delitos diariamente y sin percatarse de ello. Los niños son iniciados en la delincuencia con total naturalidad sobre todo en los municipios poblanos que son noticia mundial.

El resquebrajamiento de nuestra noción de buen vivir se aceleró a pasos agigantados en la última década. Detenernos a pensar qué demonios nos pasó, es meternos en un laberinto sin respuesta.
Cada ente personal, social o de gobierno reconocerá si puede o quiere su responsabilidad. Que la hay y mucha.

Cierto es que en un mundo material la guerra interna se agudiza. El pez grande se come al chico y sálvese el que pueda. Los poderosos se robustecen y los menesterosos se multiplican. Al parecer solo hay de dos sopas. La abundancia insultante de riqueza para unos cuantos que definen e imponen a punta de cañón sus políticas económicas y sociales; Y la masa hambrienta que espera recoger mendrugos que caen al suelo mientras maldice a sus depredadores.

Esa marejada tipo tsunami cuyo comportamiento se asemeja al desgajamiento de los cerros y las montañas, cada vez les quita más el sueño a los acaudalados. Ese grupo reducido de “familias” que se adueñaron del mundo y que tienen como empleados diabólicos a los gobiernos no ven como acabar con ese “mal para el progreso”. Los están exterminando como plaga enterrándolos en fosas por todos lados y se siguen multiplicando como gusanos.

Las políticas de exterminio e intimidación no se dan abasto. Las televisoras se esfuerzan por meter miedo y espanto, pero ya agotaron sus estrategias. Las telenovelas y el futbol son idiotizadores que van a la baja. El terror que causan las explosiones suicidas se volvieron cotidianas. A nadie le sorprenden los noticieros ni los incinerados en la vía pública.

Perdimos la capacidad de asombro y nos encaminamos al cinismo cómplice del sistema. Las “elecciones” últimas lo exhiben crudamente aderezadas con “detenciones” a modo de los pinches gobernadores rateros (pleonasmo). Pan y circo. Provecho.

No queremos o no podemos vivir como Dios manda. Los escándalos de pederastia nos desmotivan y ya no queremos ir a misa los domingos y menos dar limosna.

Antes en aldeas como la nuestra no pasaba nada y ahora pasa todo, vemos pasar camiones con soldados y armamento por demás afrentoso. Los federales y estatales traen consigna, te ven con prepotencia, saben quiénes son sus patrones y quienes los mugrosos que hay que perseguir. México espera un cambio y el sistema por momentos lo contempla. Claro un CAMBIO PARA QUE TODO SIGA IGUAL. Amén.