Ing. Cándido Fco. Xúchitl Pérez
Aunque por costumbre los
habitantes de un lugar suelen llamarse Ciudadanos, hoy sabemos que esa
categoría se gana o se adquiere con el comportamiento adecuado, respetuoso y
sobre todo participativo. En el lugar donde vivimos existen un sin fin de
necesidades que nos retan cada día a comprometernos con nosotros y nuestras
Familias.
Aprender a vivir en comunidad o
sociedad de seres humanos no es nada fácil. Se requiere conciencia y valores
adquiridos desde la niñez. Cuando deseamos vivir en armonía y Paz entre
nosotros, vamos construyendo ciudadanía. Quienes tenemos el privilegio de asistir
a un centro educativo, tenemos la obligación de ser educados.
En la medida que vamos
evolucionando desarrollamos capacidades. Conocemos las Leyes y los reglamentos
que nos ayudan a crecer. En otras palabras vamos ganándonos el calificativo de
Ciudadanos. Vivimos etapas diversas y aprendemos a resolver situaciones que nos
involucran porque nos atañen, es decir nos afectan para bien o para mal.
Poner sobre la mesa éste tipo de análisis
cotidianos parece ocioso. Sin embargo ante las regresiones evidentes que nos
están complicando la vida en sociedad, debemos autocriticarnos con severidad y
sin evadir la realidad.
Ante los ojos del Mundo somos un
ESTADO FALLIDO. Si recordamos que se conoce como ESTADO la conformación de los tres elementos
fundamentales: Población, Gobierno y Territorio. Todos estamos fallando,
inclusive el territorio que hemos intoxicado al máximo sobre todo nuestra casa,
TEHUACÁN.
Como sociedad estamos padeciendo
la descomposición más terrible de que se tenga memoria. Hemos perdido la conciencia
para diferenciar entre el bien y el mal. Entre lo legal e ilegal. Entre lo sano
y lo tóxico. Las comunidades alejadas del bullicio y de la falsa sociedad donde
hasta hace poco había un poco de decencia, ahora viven practicando delitos
diariamente y sin percatarse de ello. Los niños son iniciados en la
delincuencia con total naturalidad sobre todo en los municipios poblanos que
son noticia mundial.
El resquebrajamiento de nuestra
noción de buen vivir se aceleró a pasos agigantados en la última década.
Detenernos a pensar qué demonios nos pasó, es meternos en un laberinto sin
respuesta.
Cada ente personal, social o de
gobierno reconocerá si puede o quiere su responsabilidad. Que la hay y mucha.
Cierto es que en un mundo
material la guerra interna se agudiza. El pez grande se come al chico y sálvese
el que pueda. Los poderosos se robustecen y los menesterosos se multiplican. Al
parecer solo hay de dos sopas. La abundancia insultante de riqueza para unos
cuantos que definen e imponen a punta de cañón sus políticas económicas y
sociales; Y la masa hambrienta que espera recoger mendrugos que caen al suelo
mientras maldice a sus depredadores.
Esa marejada tipo tsunami cuyo
comportamiento se asemeja al desgajamiento de los cerros y las montañas, cada
vez les quita más el sueño a los acaudalados. Ese grupo reducido de “familias”
que se adueñaron del mundo y que tienen como empleados diabólicos a los
gobiernos no ven como acabar con ese “mal para el progreso”. Los están
exterminando como plaga enterrándolos en fosas por todos lados y se siguen
multiplicando como gusanos.
Las políticas de exterminio e
intimidación no se dan abasto. Las televisoras se esfuerzan por meter miedo y
espanto, pero ya agotaron sus estrategias. Las telenovelas y el futbol son
idiotizadores que van a la baja. El terror que causan las explosiones suicidas
se volvieron cotidianas. A nadie le sorprenden los noticieros ni los
incinerados en la vía pública.
Perdimos la capacidad de asombro
y nos encaminamos al cinismo cómplice del sistema. Las “elecciones” últimas lo
exhiben crudamente aderezadas con “detenciones” a modo de los pinches
gobernadores rateros (pleonasmo). Pan y circo. Provecho.
No queremos o no podemos vivir
como Dios manda. Los escándalos de pederastia nos desmotivan y ya no queremos
ir a misa los domingos y menos dar limosna.
Antes en aldeas como la nuestra
no pasaba nada y ahora pasa todo, vemos pasar camiones con soldados y armamento
por demás afrentoso. Los federales y estatales traen consigna, te ven con
prepotencia, saben quiénes son sus patrones y quienes los mugrosos que hay que
perseguir. México espera un cambio y el sistema por momentos lo contempla.
Claro un CAMBIO PARA QUE TODO SIGA IGUAL. Amén.